Regreso a casa
2015
El 2015 comenzó de la mejor manera posible: trabajando con el Atleti en la Ciudad Deportiva de Majadahonda y a la espera de debutar por segunda vez con el club de mi vida. Pero antes estaba la fecha de la presentación oficial. Primero, en la sala de Prensa. Después ante la afición.
Nunca olvidaré ese 4 de enero. Desde el mismo momento que, en la misma sala, me despedí del Atleti en 2007 intuía que volvería a mi casa. Y así fue. Todo eran rincones y caras conocidas en el Vicente Calderón. Después de la presentación oficial ante los medios, con todos mis familiares y amigos presentes, llegó el momento de saludar a mi familia rojiblanca. Ya sentía desde las entrañas del estadio que habían acudido muchos aficionados al acto, pero quedé abrumado cuando mis ojos recorrieron todo el graderío, de fondo a fondo, lleno a rebosar. Sólo una afición como esta es capaz de ofrecer un recibimiento así y estaré eternamente agradecido por ello.
Los goles no tardaron en llegar y me estrené con un doblete en el Bernabéu! Qué sensación. Este equipo es capaz de ganar a cualquier rival ya así lo demostramos partido a partido, frente a grandes rivales, aunque no logramos renovar un año más el título de Campeones de Liga, que fue para el F.C. Barcelona. También el Barcelona nos eliminó en Copa del Rey, aunque reviví las grandes sensaciones frente a este gran equipo marcando mi primer gol de esta segunda etapa en el Vicente Calderón.
Tras las vacaciones de verano llegué con energías renovadas para una nueva pretemporada en Los Ángeles de San Rafael. Los recuerdos se agolpaban en mi mente mientras recorría cada rincón del complejo residencial y los campos donde viví las primeras concentraciones con los ‘mayores’. Otra de las grandes sensaciones de la pretemporada fue el recuperar el ‘9’ para mi camiseta. La marcha de Mario Mandzukic lo hizo posible y no dudé a la hora de vestir de nuevo mi número favorito, incluso con la responsabilidad que ello conlleva.
Y la nueva temporada 15-16 comenzó con uno de esos récords que te llenan de orgullo. En el derbi contra el Real Madrid cumplí mi partido 200 con el Atleti, un número que me recordó la gran responsabilidad y el honor que significa defender esta camiseta. Un honor que también sintió muy dentro uno de nuestros históricos, Miguel San Román. Aquél 10 de noviembre perdimos con pena un trocito de nuestro escudo ¡Hasta siempre, ‘pechuga’!
2016
Mi segundo año, tras regresar al Atleti, estuvo sembrado de emociones, con grandes alegrías y también con alguna importante decepción. Marqué en febrero mi gol 100 con el Atleti, mucho más que una cifra redonda para mí. Crecí en la cantera con el sueño de debutar con el primer equipo. Eso ya era suficiente. Pero alcanzar los cien goles es mucho más que un sueño hecho realidad. Fue un gol al Eibar, en el Vicente Calderón. Sentí una enorme felicidad por el tanto, por la reacción de la afición, la de mis compañeros, la de todos los que estaban allí en un momento tan especial para mí.
No había nada preparado, pero se dieron un cúmulo de detalles que hicieron de ese instante algo inolvidable, más allá del número. Desde la grada me llegó una camiseta con el número cien y con ella celebré el gol junto a mis compañeros. Después pude dedicárselo a Manolo Briñas y entregarle mi camiseta. Él, sin duda, es uno de los grandes responsables de que llegara al primer equipo, porque cuando tenía 10 años me dijo que veía algo en mí, que podía llegar al primer equipo… y 20 años después había conseguido 100 goles. Esta cifra era algo impensable si no fuera por grandes profesionales que trabajan en la sombra, lejos de los focos, pero que realizan una labor imprescindible en la cantera para que el Atlético de Madrid sea lo que hoy es.
El tramo final de la temporada 15-16 fue vibrante. Aquel acierto dio paso a una racha sensacional. Gracias a esos goles logré la continuidad que necesitaba y todo vino rodado. Peleamos por el título de Liga hasta el final con el F.C. Barcelona, aunque finalmente quedamos subcampeones. Antes les habíamos eliminado en la Champions, nuestra gran baza para lograr un título que nuestro club merece por historia y afición. En semifinales, vencimos al Bayern y alcanzamos el partido soñado: la final de Champions, que derivó en un derbi mayúsculo. Nuestro rival, el Real Madrid.
Esta ocasión significaba todo para mí: tener la oportunidad de ganar la primera Champions League para nuestro club se convertía en el mayor reto de mi carrera. El estadio de San Siro, en Milán, fue el escenario.
Tuve la oportunidad de ser titular y pelear por el título desde el primer momento. Encajamos pronto. Ramos nos hizo daño en el minuto 15, a balón parado, pero Carrasco logró igualar en la segunda mitad. La prórroga no cambio el marcador y así llegamos a la tanda definitiva, donde el poste aplazó todos nuestros sueños. El cara o cruz de los penaltis nos arrebató, por segunda vez en dos años, el sueño de ganar.
Perdimos, sí, pero no fracasamos porque nunca nos rendimos. Un fracaso es rendirse, no intentarlo, dejar pasar una oportunidad por tener miedo. Luchar y jugar con el corazón y dejarse la vida en el campo nunca será un fracaso. Y así lo hicimos en Milán. Fue un momento duro, difícil de olvidar, pero las derrotas te hacen aprender sólo si te levantas y sigues luchando. Y vas a por la siguiente. Es lo que me han enseñado desde pequeño en el Atleti, es lo que sé hacer hoy y estoy seguro también de que es lo que se hará en el futuro.
2017
El año 2017 trajo consigo un nuevo récord de goles. Esta vez tuve el honor de alcanzar a Adelardo, un mito de la casa, en la cifra de 114. Dos goles al Leganés me llevaron a empatarle como sexto goleador de la historia del club. A la vez, estos tantos en Liga me sirvieron para alcanzar los 93 en Primera división, los mismos que Joaquín Peiró y además, elevar el total de goles del Atlético a 4.500 en la máxima categoría. Todo un orgullo ver mi nombre al lado de quienes tanto dieron al Atleti gol a gol.
Sin embargo también hubo momentos grises, en este caso de preocupación. Sucedió en La Coruña, en marzo, durante un partido en Riazor frente al Dépor. Salté para disputar un balón por alto y el choque con Bergantiños me desequilibró en el aire. La caída en el césped fue muy dura, descompensada y en el mismo impacto perdí la consciencia. A partir de ese instante no recuerdo nada hasta recobrar el conocimiento en la ambulancia, ya camino de un hospital cercano. Todos me cuentan que la preocupación y angustia fue máxima, tanto en el estadio como por televisión. Afortunadamente todo quedó en un susto, una noche de hospital y molestias en el cuello durante algunos días, aunque la experiencia me concedió la oportunidad de comprobar una vez más el cariño de mucha gente: compañeros, aficionados, clubes, medios de comunicación y muchas personas a las que doy mi más profundo agradecimiento.
A final de temporada vivimos días históricos en el club, momentos alegres pese a que nos tocaba despedirnos de nuestro querido hogar, el Vicente Calderón. El último partido oficial en el estadio donde se dieron mis primeros pasos como profesional fue un Atleti-Athletic de Liga. Se respiraba en el ambiente que era un día especial y pude contribuir a la victoria con dos goles. Ganamos por 3-1. El último tanto oficial lo logró Angelito Correa, del que estoy firmemente convencido que será una de nuestras futuras estrellas.
Es difícil encontrar palabras para expresar las sensaciones de un día como aquél, en el que cada rincón, cada cántico, cada instante te evoca un recuerdo. La victoria hizo honor al espíritu del Atleti, un colofón perfecto a 50 años de plena felicidad vivida en el Calderón. Personalmente, resultó todo un honor formar parte de todo aquello. Pero la historia sigue, los sentimientos siguen y los atléticos seguiremos escribiendo nuestra historia y llenando de cariño, recuerdos y sentimiento el nuevo Metropolitano. Es nuestra responsabilidad y lo haremos ¡Que nadie lo dude!
Y así lo hicimos. En septiembre estrenamos nuestra nueva casa, un estadio moderno, espectacular y a la altura de nuestra historia y afición. Teníamos la gran suerte de poder escribir las primeras líneas en ese césped y comenzamos ganando al Málaga por 1-0. Tuve la oportunidad de hacer el saque de honor junto con Gárate y un jugador de la cantera. Un instante que sin duda recordaré para siempre, al igual que mi primer gol en el Metropolitano.
Fue en la Copa del Rey, frente al Elche. Veníamos de empatar 1-1 en el Martínez Valero y era indispensable la victoria. Giménez abrió el marcador e instantes después llegó el momento: aproveché un rechace de Vallejo para rematar cruzado, con la zurda ¡Mi primer gol en el nuevo estadio! No fue el único de aquella noche, ya que en la segunda mitad logré el 3-0. Después, al terminar el partido, supe que había sido el primero en marcar dos goles en el nuevo estadio, al igual que marqué el último doblete del Calderón al Athletic ¿Qué mejor manera de estrenarse?
2018
Nunca es un buen momento para decir adiós, pero sí hay algunos mejores que otros. Y es imposible imaginar un final mejor a mi etapa como jugador del Atlético que tal y como sucedió en mayo de 2018. Después de subir a Neptuno por primera vez, con la Europa League bajo el brazo y junto a todos mis compañeros y la afición, pude vivir una tarde mágica en el Metropolitano que quiero agradecer de corazón a toda la familia atlética, del primer rojiblanco al último. Nunca olvidaré ese día que puso punto final a mi etapa defendiendo la camiseta del Atleti, pero punto y aparte en mi carrera deportiva dando paso a un excitante reto: el fútbol japonés.
La 2017/18 sería mi última temporada como jugador del Atlético de Madrid. La decisión era firme en mi fuero interno, era lo mejor para todos, pero después de tanto cariño y afecto recibido sentí la necesidad de contárselo a la afición. Y así lo hice, a poco más de un mes para el final de curso. Todo lo bonito tiene un principio y un final, y ese final en el Atlético estaba cerca, por lo que a partir de ese momento mi único objetivo era disfrutar de ese tiempo al límite. Y pude vivir algo con lo que soñé desde niño: ganar un gran título para mi Atleti.
El camino de Europa League que conducía a Neptuno pasaba por Marsella. Después de superar a Copenhague, Lokomotiv, Sporting de Portugal y Arsenal llegamos a una final complicada frente al Olympique. El rival jugaba en su propia casa, algo que ya pude vivir en la final de 2012 en Múnich, frente al Bayern de Múnich. Y al igual que entonces, los visitantes resultamos campeones. El doblete de Griezmann y el 3-0 de Gabi hicieron realidad mi gran sueño desde pequeño: ganar un título con mi equipo. Sí, los sueños se cumplen con trabajo, sacrificio, lucha y queriéndolo de verdad.
Las celebraciones fueron una gran fiesta en el corazón de Madrid. Todo en las calles vestía de rojo y blanco, hasta llegar al corazón de los festejos: Neptuno. Allí no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Me vi a mi mismo en esa plaza, 22 años atrás. Tenía 11 años y acudí a ver al Atleti del doblete. Entonces les veía ganar y soñaba estar algún día en el mismo lugar que ellos, celebrando un título. Había pasado mucho tiempo desde entonces y durante toda mi carrera había ganado muchos y muy grandes títulos, pero sin duda este era el mejor. Y es que nada es imposible si crees en los sueños y eres del Atlético de Madrid.
A dos días vista esperaba el momento de la despedida: un Atlético-Eibar en el Metropolitano que cerraba la temporada. También allí fue difícil contener la emoción. Tuve la oportunidad de ser titular y marcar mis últimos dos goles para mi equipo, los celebré con el alma. Y lo que viví a continuación no se puede explicar con palabras. Sobre el césped y junto a mi familia, pude sentir el abrazo sincero de todos los atléticos. Para mí no hay nada más grande. El Atleti es un club de emociones y he tenido la suerte de vivirlas todas: los malos tiempos, el descenso, el marcharme, volver, ganar un título… y el balance es magnífico. No cambiaría nada. El cariño de la gente es lo que me quedo y va a durar para siempre.
Mi idea desde el principio había sido colgar las botas en el Atleti, pero las cosas no siempre salen como uno espera y me sentía aún con fuerzas, físico y mental para seguir jugando. Cuánto tiempo y en qué equipo eran dos incógnitas a despejar, pero tenía muy claro que quería seguir jugando al fútbol a un nivel competitivo fuera de Europa. Después de valorar varias opciones tomé la decisión: el fútbol japonés y el Sagan Tosu serían mi próximo destino.
El elevado nivel futbolístico de la Liga Japonesa -imprescindible para seguir exigiéndome el máximo- y las buenas condiciones para mi familia pesaron mucho en la balanza. Pero sin duda lo más determinante fue el empeño del Sagan Tosu: cuando vi tantas esperanzas depositadas en mí, que era el jugador que podía ayudarles a salir de una situación complicada, me di cuenta de que el Sagan Tosu tenía todo lo que yo buscaba.
No me equivoqué. Desde el mismo día en que llegué a Japón pude sentir el calor de una afición comprometida, respetuosa y entregada. El nivel de la J-League era muy competitivo, muy igualado, y tuvimos que dar el máximo para sumar puntos y dejar atrás el descenso. A eso vine a Japón y en eso puse todo mi empeño: en competir, ayudar al equipo a conseguir sus objetivos y en devolver el cariño que me ofrecieron desde el primer día.