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Torres, en Jot Down: “El fútbol no es tacones, chilenas y esas cosas”

Recuerdan los treintañeros de Corcubión -un pueblecito en el corazón de la Costa da Morte- a un niño madrileño con pecas que gastaba agos

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07-07-2015

Recuerdan los treintañeros de Corcubión -un pueblecito en el corazón de la Costa da Morte- a un niño madrileño con pecas que gastaba agosto jugando al fútbol frente al mar gallego. Solía participar en los torneos de fútbol sala que se celebraban todos los veranos y competía con chavales tres y cuatro años mayores que él. “El cabrón –dice un vecino- no hacía nada espectacular, ninguna filigrana especial. Pasaba desapercibido, pero acababa el partido y el niño aquel había metido ocho goles”.

“Es que no sé hacer esas cosas”, dice aquel niño, hoy convertido en jugador profesional e ídolo inapelable del Atlético de Madrid. “No sé hacer chilenas, espuelas y esas cosas. Yo juego al fútbol y marco goles. Me lo decía Luis Aragonés: ‘niño, usted clink, clink. A marcar goles. Olvídese del resto”. Se trata de reducir a la máxima sencillez la complejidad del juego. Y así entiende también el resto de su vida Fernando Torres. Reduce preguntas con aspiraciones complejas a respuestas sencillas como un remate. ‘El Niño’ recoge la pregunta, encoge los hombros, amaga una sonrisa y responde a gol. No rehúye un solo balón. Se puede llamar madurez. La madurez de ‘El Niño’ a quien, con 17 años, le dijeron que tenía que salvar al equipo de sus sueños.

- Me explicaba Juan Tallón, gran atlético y mejor escritor, que tu carrera se puede sintetizar en un esquema de nombres propios de grandes entrenadores: Luis Aragonés, Rafa Benítez, Roberto Di Matteo, José Mourinho y ‘Cholo’ Simeone. Y sin embargo tú siempre has dicho que el que más te ha marcado ha sido tu entrenador en juveniles, Abraham García.

A veces te encuentras gente en el camino que en ese momento son importantes solo hasta un punto. Pero con el tiempo te das cuenta de que no los olvidas, que las cosas que te quisieron enseñar y no entendiste, las entiendes más adelante. Me pasó con Luis Aragonés y con Rafa Benítez, pero sobre todo con Abraham García, tal vez por ser el primero. Tengo 31 años y 700 partidos como profesional y me sigo acordando de él. Fue muy importante: yo era cadete y jugaba con los juveniles del Atlético de Madrid y de ahí salté al primer equipo, que estaba en Segunda división. Algo que debería haber llevado bastantes años yo lo hice en menos de dos. Fue fundamental tener a alguien como Abraham, que me hablase de lo que iba a pasar. Quizá en ese momento no sabía bien lo que me decía. Fue el primero que me habló de cuidar mi imagen, de la importancia de ser un buen compañero, de hacer caso a mis padres. El fútbol empezaba a cambiar y Abraham lo sabía. Yo no entendía de qué me hablaba, tenía 16 años y solo quería marcar goles. Pero él me puso en alerta de lo que venía y lo tengo muy presente. Además me enseñó a jugar al fútbol.

- ¿Te refieres a que te enseñó a ver más cosas además de meter goles?

A pensar. Me enseñó a pensar. El futbolista madura con la edad. Cuando tienes 20 años no piensas como con 30. Tienes más condiciones físicas entonces, pero la experiencia te la dan los partidos. Él me enseñó muy temprano a moverme, a entender el juego, a saber por qué la pelota va a un sitio y no a otro y a estar ahí para llegar antes. A observar a los compañeros y entenderlos. Me pasó lo mismo con Luis Aragonés. Me decía cosas que yo no entendía y luego, llegaba un partido o una jugada y decía “coño, esto ya me lo había explicado Luis hace años”. Hablaba de una manera que no se refería a un momento puntual, sino que puedo aplicarlas años después a muchas situaciones. Cosas que se me han quedado en la cabeza.

- Si tuvieras que escribir un reportaje sobre tu carrera, ¿con qué imagen abrirías el texto? ¿Con qué descripción?

Yo con cinco años tirando tiros a mi hermano, que era portero, y sin ganas. Obligado por él (se ríe). No me gustaba el fútbol de pequeñito. Nada. Tampoco lo seguía. Mi padre es gallego y seguíamos un poco al Deportivo porque veraneábamos siempre en la Costa da Morte, pero me empezó a interesar de verdad por mi abuelo. Tenía en su casa un platito con un escudo del Atlético y yo le preguntaba: abuelo, ¿y esto? Le veía irse a escuchar el partido por la radio a la calle y no podía ver al Atleti por la tele porque se ponía muy nervioso. Y fue el que me hizo despertar mi curiosidad por el fútbol.

- Pero entonces te interesó antes el Atleti que el propio fútbol

Sí. Me llamaba la atención por qué tenía ese escudo en aquel plato si no podía ver los partidos por la tele. Empecé a verlos por él y me hice del Atleti. Y solo entonces me empezó a gustar el fútbol, cuando los otros niños llevaban años coleccionando cromos o jugando a las chapas de futbolistas.

- Y en ese proceso de acercamiento al fútbol también Galicia es importante

Galicia ha marcado mi vida entera. De ahí es mi padre, allí conocí a mi mujer, nació mi hija… Cada verano suponía el momento que estaba deseando que llegara desde que se acababa agosto. Por la mañana iba a la playa de Cee con mis amigos y por la tarde al pabellón de Corcubión a apuntarnos a los torneos. Ese mes lo pasaba increíble.

- Has dicho en alguna ocasión que, de tu pandilla de amigos de Madrid, tú eras el peor técnicamente. Y sin embargo eres el único que ha llegado a profesional. Dice bastante de cuántos factores se necesitan conjugados para llegar a la élite, más allá de las condiciones innatas.

Es que yo creo que condiciones tiene todo el mundo al que le guste el fútbol. Si algo te gusta y tienes interés, vas a hacerlo bien. El problema es que bien no es suficiente, porque hay mucha gente. Siempre hay alguien mejor que tú, en todo. Se trata de hasta dónde quieres llegar. Hay un momento en el que tienes que ser consciente de que no puedes pasar de ahí y en la mayoría de casos ese límite impide llegar a profesional. Yo de pequeño nunca pensaba en llegar a nada. Es que yo nunca he sabido hacer estas cosas que hacen los jugadores, de la pierna por arriba y malabares y esas cosas. Luis Aragonés siempre me decía: “Niño, usted no aprenda a hacer esas cosas que eso no vale para nada. Usted clinck, clink. Gol, gol, gol”. A mí nunca me ha llamado la atención esos jugadores que la controlan de tacón. O esos pases mirando para otro lado. Ni de pequeñito. Sentía que se perdía tiempo y que al final el fútbol era otra cosa. Desde los seis años que empecé a jugar al fútbol hasta los 17 que debuté, he conocido a muchísimos compañeros con muchas más condiciones que yo, pero no entendían lo que era el fútbol. El fútbol no es eso. Eso son complementos. Si los tienes son un tesoro, porque es un recurso, pero no es fútbol. Y muchos niños se equivocan con eso porque al final esas cosas son las que están todo el día en las televisiones. En los anuncios que nos hacen hacer, tacones, chilenas y esas cosas. El fútbol no es eso.

- ¿Qué es entonces lo que necesita un jugador más allá de la técnica para dar ese salto entre amateur y profesional?

Depende de la posición y de la persona. Hay muchísimos factores. Creo incluso que hay jugadores de Primera División en España que nunca podría jugar en la primera de otras ligas como Inglaterra o Italia. Y viceversa. Es que ese salto es muy difícil. No vale solo son ser técnico: hay que ser competitivo, hay que ser fuerte, hay que entender lo que pide cada partido… Y aprovechar la oportunidad, que es lo más difícil.

- ¿Y el factor psicológico? Supongo que no es lo mismo jugar una pachanga que en un estadio con 60.000 personas. Y en tu caso más: debutaste con el primer equipo del Atlético con 17 años y saltando directamente desde el juvenil.

Yo pasé de estar un fin de semana en la grada viendo al equipo a estar el siguiente en el campo. Yo jugaba en los juveniles, me lo pasaba bien, marcaba goles, pero no tenía el reto de llegar al primer equipo. No lo veía como algo cercano ni me obsesionaba. Si llegaba, llegaba. Para mí jugar un solo partido con el primer equipo hubiera sido suficiente. No tenía presión ni en casa se hablaba de eso. Si en alguna categoría hubiera estado en el banquillo, lo hubiera dejado, porque no me hubiera merecido la pena hacer dos horas de autobús para ir a entrenar. Me habría ido al equipo del barrio y jugado allí. Yo no tuve tiempo para asimilar que estaba en el primer equipo. Llegó de repente y creo que eso me ayudó. Cuando me di cuenta de dónde estaba metido ya era tarde para echarme atrás. Cuando comprendí todo lo que conlleva un club profesional, cuánto sufre la gente, ya estaba metidísimo y por eso no me dio vértigo. Otros chicos tienen marcada esa fecha como un reto y cuando llega se dan cuenta que hay muchísimas más cosas a parte de jugar. Y les puede.

- ¿Y cómo se gestiona eso? ¿Cómo se maneja la cabeza de un chaval de 20 años al que todos adoran, en el que todos confían y que se convierte en un icono?

Eso me lo decía Luis Aragonés. Cuando yo coincidí con él con 17 años me decía, “niño, no lea la prensa. No les haga caso porque están construyendo un pedestal y cuando le tengan arriba de todo le van a dar un hachazo en la base y se va a dar cuenta de lo que es la realidad”. No entendía muy bien a qué se refería hasta que estuve fallón dos o tres partidos, no jugué bien y dije “mira, era esto lo de Luis”. Efectivamente, veo chavales muy confundidos. Con presión en casa, que los padres no les dejan disfrutar, les exigen. O con ídolos o ejemplos de jugadores que no son los mejores.

- Hay una corriente creciente de aficionados que se posicionan –nos posicionamos- en contra del llamado fútbol moderno, este fútbol-negocio de hoy en día supeditado a las televisiones, los fichajes y el marketing que hace que los estadios se vacíen y la esencia se pierda poco a poco.

El fútbol es un negocio. La ley de la oferta y la demanda. Hay muchísima oferta y mucha gente que saca partido. Sin embargo, desde el punto de vista del futbolista el fútbol es de los futbolistas. Y si alguien se tiene que llevar lo que produce el fútbol son los futbolistas, que son los protagonistas. El problema es que los futbolistas no controlamos la Liga. Ni los horarios: a nosotros nos encantaría jugar un partido por semana nada más, jugar a las cinco de la tarde con el campo lleno y con precios asequibles. Pero no mandamos. Las televisiones en España controlan todo. En Inglaterra es distinto. He estado allí y sé cómo funciona. ¿Por qué la gente llena los campos? ¿Por qué los equipos llevan 4.000 o 5.000 aficionados visitantes? Porque no pueden ver a su equipo en la televisión. O van al campo o no lo ven. Y si no lo ven, no pueden ver los resúmenes hasta el lunes. Allí, si tú quieres disfrutar de tu equipo, tienes que ir a verlo. Eso es el fútbol. Todo lo demás es otra cosa. En España hay cultura de ver el partido siempre y en cualquier sitio. Es un gran negocio. No es fútbol. El fútbol está en el estadio.

- ¿Entonces en España el fútbol está perdiendo su esencia?

Lo puedes comprobar en la televisión, cada vez que ves un campo vacío. Deberíamos devolver el fútbol a la gente porque ellos son los que producen todo, los aficionados.

- Sinceramente, ¿hasta qué punto es importante la hinchada para un jugador profesional? Decía Molina, ex portero del Atlético y del Deportivo, que a él le daba igual jugar en casa que fuera.

A mí me encanta jugar en casa. La afición influye mucho en mí. Yo considero importante meterte en el partido en el campo y en la grada. Contagiarte del entusiasmo cuando están apretando o saber aislarte si hay pesimismo. Hay que interpretar también lo que hacen los hinchas. Y lo mismo fuera: cuando tienes a 40.000 aficionados en contra cuesta más aguantar el balón, no escuchas al compañero, no conoces el campo. Parece una tontería, pero no te resultan familiares los colores, no estás acostumbrado a la iluminación… es un sitio que no controlas. En tu campo estás con tu gente. Y cuanto más te apoye tu afición y más te perdonen los fallos, más opciones tienes de hacerlo bien.

- Un tema delicado que afecta al mundo de las gradas es el de los grupos ultras. Los jugadores no soléis hablar de ello. En España hay una demonización pero la mayoría de clubes siguen considerando estos grupos muy importantes.

Para mí es muy sencillo: lo que no puede haber en un campo de fútbol son delincuentes. Ya está. El resto, bienvenido. Gente que viene a animar o que el equipo es una religión para ellos, bienvenidos.

- Y sin embargo las medidas actuales de la Liga no atañen solo a los posibles delincuentes, sino que también prohíben banderas, bufandas, ciertos cánticos o hasta ver el fútbol de pie.

La gente ahora se burla de las medidas y las hinchadas cambian palabras en los cánticos a modo de broma para que no les sancionen. Pero esto no es ninguna broma. No me parece ninguna tontería. A mí me da vergüenza ver a alguien insultando a un jugador. Muchísima vergüenza y pena si tiene un niño al lado. Yo lo veo cada vez que juego en un campo rival: nos insultan con niños de la mano. ¿Pero en qué país vivimos? Eso no es fútbol. Yo ahora tengo niños y no sé si quiero que vayan a un campo de fútbol. Eso en Inglaterra no lo he visto, llevaría a mis hijos a un partido en Inglaterra sin problema. Lo que tampoco puede ocurrir es demonizar a todos, llamar ultra a alguien porque vea el fútbol de pie en el fondo del estadio. Allí hay de todo, desde abogados a profesores pasando por fontaneros. Yo he ido al fondo del Calderón de crío y no era ningún delincuente.

- Tras siete temporadas en el Atlético de Madrid, convertido casi en leyenda, te vas a Inglaterra, al Liverpool. ¿Por qué?

Igual que fue cumplir un sueño debutar en el Atlético y pasar de la grada al campo, fue complicado vivir los últimos años. Me tocó una época de muchos problemas, con una intervención judicial, con problemas sociales y deportivos, con un equipo de media tabla... Yo lo aceptaba encantado porque estaba viviendo mi sueño, pero de pronto se convirtió en responsabilidad. Veía que no podía cambiar la situación, sentía la necesidad de cambiar todo y no podía. Y era un peso enorme. Llegué a sentir que el club se estaba centrando demasiado en mí y yo obstaculizaba que el equipo pudiera mejorar. Era muy extraño. Yo quería seguir, pero estaba seguro de que si me iba el equipo iba a dar un empujón para arriba.

- Y así fue

Y así fue. Yo pude crecer y el club pudo crecer. Sentí un alivio tremendo. Igual fue azar, pero lo que tenía en la cabeza que iba a pasar si me marchaba, pasó.

- Allí coincidiste con Rafa Benítez como entrenador

Rafa me cogió en un momento muy bueno. Estaba en paz conmigo y con el Atleti. Todos mis sentidos estaban en crecer y disfrutar. Su aportación fue distinta a la que experimenté con Abraham o Luis.

- ¿Muy distinto un vestuario inglés de uno español?

Bueno, es que en el Liverpool había mucho español. Estaba Xabi Alonso, Reina, Arbeloa y argentinos como Mascherano, Insúa… Y todo el staff de Benítez era español. Entonces el ambiente no era tan diferente. La gran diferencia para mí fueron los entrenamientos. Eran muy, muy profesionales. Cada entrenamiento parecía un casting que había que hacerlo perfecto para entrar en la siguiente alineación.

- Y estaba Steven Gerrard

Hasta que lo conocí yo nunca me había puesto una meta. Debuté en el Atleti, jugué en Primera, me fui a Liverpool… Iba quemando etapas y dando pasos, pero sin un objetivo claro. Solo quería disfrutar y hacer goles. Gerrard me cambió la manera de entender las cosas. Recuerdo que en mi primer año en Liverpool quedé tercero en el Balón de Oro y fui con él a la gala porque él también estaba en el once ideal de la FIFA. En el avión de vuelta me dijo que no me preocupara, que yo ya ganaría muchas más cosas y que podía ganar el Balón de Oro. Estuvimos hablando todo el viaje y yo sentía que de verdad pensaba que yo podía ganar todo lo que quisiese. Y a partir de ahí, vi que tenía que intentar llegar a todos los objetivos. Ver que él creía en mí me hizo cambiar. Jugué mis mejores años. Solo saber que él estaba en el campo me hacía mejor. De los 80 o 90 goles que marqué aquellas temporadas, el 90% son gracias a él.

- Hay jugadores que solo con su presencia ya ayudan al equipo.

Hay jugadores distintos. Que los árbitros y los rivales miran de una manera diferente. Que cogen la pelota y tienen tres tíos alrededor y nos dejan a los demás libres. Son jugadores con los que tienes que asociarte. Yo vivo de esos jugadores. Vivo de jugadores como Gerrard o como Xabi. Miran hacia adelante y ya sabes que ellos te ponen la pelota donde les pidas. Dónde y cuándo quieras.

- Es que a veces los aficionados ven a los futbolistas como figuras iguales y hasta deshumanizadas. A uno le sale un mal partido y ya se especula con que si es malo o que no sirve. Igual es que la noche anterior durmió mal. O le dejó la novia. Eso nunca lo piensa el aficionado.

Es que eso pasa en todos los oficios del mundo. Hay muchísimos factores que influyen en un partido, lo que pasa que hay que dejarlos a un lado porque a nadie le importan. La gente está esperando algo de ti y le tienes que dar eso. No hay otra opción. Imagínate que salgo y digo “hoy jugué mal porque mi niño estuvo toda la noche llorando y no pude dormir”. Impensable. Me comen.

- Pero a veces ocurren cosas así.

Claro que ocurren. Pero te las comes, como cualquier otro trabajador que va a su puesto sin dormir porque el crío le dio la noche. Lo mismo. Lo que pasa que a nosotros se nos mide por un solo día: el del partido. Igual has entrenado espectacular toda la semana y el día de partido no te salen las cosas. Pues has perdido una oportunidad.

- Hay un añadido en vuestra profesión que sí os hace diferentes: la tremenda atención de la prensa. Si en tu trabajo no te salen las cosas o en un torneo de tu barrio no das una, pues apechugas tú. Pero vosotros tenéis que leer o ver las críticas públicas al día siguiente. ¿No te pasa eso por la cabeza mientras juegas?

A mí no. Es verdad que con 20 años acabas el partido, lo analizas y dices: “mañana la que me va a caer”. A estas alturas ya me importa poco. Lo que sí me afecta es que afecte a mi familia. Que se preocupen por mí.

- Pero a veces la prensa tiene mucho poder. Y puede llegar a hacer daño a algún futbolista.

Sí. Si tienes a 50.000 tíos en la grada que leen todos los días cosas malas de un jugador, pues están condicionados. Eso sí lo notas. Compañeros que salen incómodos, que pierden la pelota y se escucha un rumor. Eso afecta porque a veces la prensa crea realidades sin fundamento. Si tú mañana escribes en este reportaje que me has visto triste, mañana otro periodista me va a preguntar si estoy triste y otros medios hablarán de que si estoy triste. Y de pronto, una historia inventada se convierte en real. Es muy difícil controlar eso.

- ¿Qué opinas de la prensa deportiva española?

(Sonríe ampliamente). Hay de todo. Va un poco en paralelo a los futbolistas: hay jugadores a los que les gusta mucho el fútbol, a otros no, a otros les gusta todo lo que conlleva… Los periodistas supongo que lo mismo: habrá a los que les encante el fútbol, habrá otros dolidos porque no han llegado a ser futbolistas y critican, otros forofos… Pues habrá de todo.

- Más allá del fútbol, ¿qué te ha dado Inglaterra?

Un idioma. También una manera diferente de ver las cosas. La gran diferencia para mí es que en Inglaterra la gente vive más su vida que la de los demás. En la España que yo dejé no ocurría eso. Ahora creo que ha cambiado: la gente es más consciente de lo que necesita, de lo que de verdad es importante.

- ¿Crees que el fútbol es importante?

¿Para qué?

- Para una sociedad. ¿Es importante que exista una competición de fútbol?

Cualquier deporte que despierte sentimientos es importante. Se pueden conseguir muchas cosas a través de los sentimientos y el fútbol despierta muchísimos. Pero hasta ahí. Yo a la gente que viene llorando a hacerse una foto o a amigos que se fascinan con el fútbol les digo: “yo solo juego al fútbol. Nada más. Y eso no es importante”.

- ¿Por qué los futbolistas no hablan de política?

Mira, yo llevo jugando al fútbol desde que tenía diez años. Mi vida ha sido el fútbol. Con 17 años ya tenía un trabajo y una responsabilidad. A mí no me ha dado tiempo a pensar en política. Derecha, izquierda… no me ha afectado. Yo he empezado a trabajar tan temprano que un partido u otro no me va a cambiar la vida. Y además, los pocos futbolistas que se han pronunciado han sido duramente criticados.

- Hay una percepción, sobre todo entre la gente a la que no le gusta el fútbol, de que los futbolistas son tontos. No quiero ofenderte, pero esa idea existe.

Creo que tiene que ver con la edad. Esa gente que dice que somos tontos, tendrían que dar una rueda de prensa con 18 años para tres millones de personas. Pues probablemente se confundan mucho. Se equivoquen en el mensaje o en la manera de decirlo porque no tienes formación, ya no digo académica, si no de madurez. Yo ahora veo ruedas de prensa que di con 18 años y pienso: “madre mía, vaya joyita”. Con treinta años es otra cosa. En cualquier caso, como en todas partes, hay de todo. Yo conozco a futbolistas muy, muy inteligentes.

- Decía en una entrevista Rio Ferdinand, jugador inglés, que los futbolistas profesionales se aburren. Entrenan dos horas al día y el resto del tiempo no hacen nada.

Creo que el futbolista profesional tiene demasiadas cosas demasiado pronto. Y puede relajarse. ¿Quién no lo haría? Con los años aparecen las inquietudes, y muchos empiezan a estudiar, montan un negocio o practican otro deporte.

- Del Liverpool te fuiste al Chelsea, otro club inglés. Allí te entrenó José Mourinho, una persona que siempre da que hablar.

Mi experiencia con él fue muy buena. Es un entrenador fantástico y un tío con el que puedes hablar. Me gusta la gente con la que puedes discutir, aunque no llegues a un acuerdo. Me parece gente de diez. Mourinho es así: tienes un problema con él y su puerta está abierta. Puedes hablar con él lo que quieras que te va a responder lo que él piensa. Va de cara. No hay que tener recelo ni miedo de las personas que van de cara.

- Y ahora de regreso a casa. Con Simeone de míster.

Con ‘El Cholo’ es diferente porque hemos sido compañeros. Imagínate que tienes un compañero y ocho años después es tu jefe. Siempre existen un montón de anécdotas, convivencias y experiencias que a veces es difícil medir. Debo pensar que es mi entrenador, no puedo ir y hacerle una broma que le hacía hace ocho años porque no procede (se ríe). Pero lo mismo que Mourinho: es un tío que va de cara. Como lo ve la gente en la rueda de prensa, así es ‘El Cholo’.

- ¿Los jugadores son conscientes de lo que supone su juego o el de su equipo? Por ejemplo, la selección española campeona o el Barça de Guardiola: ¿los futbolistas se paran a pensar en lo que están dando al fútbol o el capítulo que están escribiendo en la historia del juego? ¿O se dedican solo a jugar y eso queda para los analistas?

Creo que eso lo da el tiempo. Todavía no sé sabe a qué nivel hemos podido cambiar la historia del fútbol con el juego de la selección española. Hicimos algo que no ha hecho nadie en la historia del fútbol pero está muy reciente. Yo desde que nací he escuchado siempre hablar de Pelé y Maradona; no los he visto jugar nunca, pero están ahí, presentes. Marcaron una época. Y los años los va mitificando. Creo que pasará lo mismo con la selección española. Quedarán nombres y momentos y quedarán los títulos. Y se olvidarán los malos momentos.

- Al Mundial de Sudáfrica en 2010 llegaste lesionado y fuiste casi en modo ‘por lo civil o por lo criminal’. Dijiste incluso que ibas aunque fuera lo último que hacías. ¿Por qué?

Porque sabía que íbamos a ganarlo. Me sentía parte muy importante de ese equipo y quería estar con mis compañeros. Porque habíamos vivido cosas muy malas antes de la Eurocopa 2008. Estábamos disfrutando muchísimo y sabíamos que íbamos a ganar. Arriesgué todo lo que tenía y lo volvería a hacer.

- Ese momento del gol que marcas en la final de la Eurocopa 2008 contra Alemania. Si tuvieras que explicar cómo fue…

Te diría que pensaba que iba fuera. Gracias a que el campo estaba mojado, el balón, con el giro, no se va para fuera. El caso es que aquel gol fue tan temprano, que no piensas que va a ser el gol definitivo. No es esa sensación de final de partido que dices, ‘la que hemos liado aquí’. Tenía la sensación de que iban a pasar muchas más cosas y de hecho en la piña celebrando se oían cosas del tipo “tranquilidad, falta mucho”. Fue diferente al que metí en la Euro 2012, que era el 3-0 y el partido terminado y fue una explosión.

- Después de tantos años y éxitos, ¿entiendes el fútbol de otra forma? ¿De una forma más madura, tal vez?

Totalmente. Cambian las prioridades. Llegar a casa después de un mal partido y que tus niños te vengan a dar un abrazo, pues… Pues eso hace que te olvides de lo demás y comprendes qué es lo importante. Partidos de fútbol hay más: juegas mal pero a los tres días tienes otro. Pero cada día de tu niño… eso no vuelve.


- Entrevista de Nacho Carretero para JOT DOWN Magazine