Ambición. Es la palabra adecuada para resumir los motivos que me impulsaron a firmar por el Chelsea. Ambición por crecer, por progresar y por ganar títulos. En los últimos minutos de enero de 2011, a punto de cerrarse el plazo de la ventana de invierno, firmé mi vinculación con los ‘blues’ hasta el 30 de junio de 2016. En Stamford Bridge demostraron confianza infinita en mis posibilidades a través de una increíble apuesta económica, imprescindible para abrir las blindadas puertas de Anfield. La negociación interminable acabó con el traspaso más abultado en la historia del fútbol inglés y de un jugador español, señal inequívoca de la ambición que guía a un club campeón. Un equipo que siempre aspira a más, a superarse y que está dispuesto a apostar fuerte para alcanzar sus objetivos.

A lo largo de toda mi vida he perseguido ganar, conquistar títulos. Con la Selección he tenido la suerte de levantar dos copas, ganando una Eurocopa y un Mundial en un bienio maravilloso. El Chelsea me ofreció la oportunidad de pelearlo a nivel de clubes, obtener una recompensa al trabajo de cada día y por el que estás lejos de tu casa. Si no es un año será otro. El Chelsea siempre estará todas las temporadas disputando los títulos a Manchester United, Arsenal u otro club. Mis mejores años en la Premier estaban por llegar y no sabía si ese tren pasaría de nuevo, así que me subí a él para perseguir mi sueño: ganar.

Seguir mi camino pasaba por cerrar un trayecto de tres años y medio en Liverpool. Salí de mi casa, el Atlético de Madrid, para competir al máximo nivel en Anfield y creo que respondí a las expectativas. Allí fui muy feliz y siempre estaré agradecido a la entidad. ¿Por qué marcharme? Las cosas cambiaron mucho en el último año. El Liverpool es un gran club con una gran historia pero pasa por un periodo de transición para el que necesitaba tiempo. Yo entendí que no tenía ese tiempo, necesitaba tener unos objetivos más cercanos, más reales, algo más que promesas de proyectos a futuro. Justo lo que me daba el Chelsea. Una etapa consumida en todos los sentidos, sin objetivos ni retos, se convirtió de golpe en otra apasionante y llena de posibilidades de conseguir éxito.

Aterricé en el Chelsea siendo un jugador diferente al que se marchó del Atlético. Un futbolista con experiencia en ganar a grandes adversarios y marcar goles importantes. Un jugador más completo, con los objetivos mucho más claros. Firmé con la convicción total de que en el Chelsea me esperan mis mejores años como profesional, con la edad perfecta para afrontarlos con total garantía y en un club que me ofrece muchas más oportunidades reales de alcanzar lo que siempre he soñado.